El Yaguareté
El Yaguareté, «La Verdadera Fiera» en Guaraní, Rey de las selvas tropicales y subtropicales de América, es el mayor félido del continente y el tercero del mundo. Estupendo nadador, caminante incansable y poderoso cazador, puede recorrer enormes distancias en una sola jornada, y ni siquiera los caudalosos ríos Iguazú, Paraná o Bermejo pueden cortarle el paso.
Su capacidad de adaptación le permite vivir tanto en la selva más espesa como en sabanas abiertas, zonas anegadas y hasta desérticas. Si bien prefiere las grandes presas como pecaríes, jóvenes tapires, corzuelas y pacas, también devora lagartos, caimanes y serpientes, pequeños roedores y hasta aves menores, captura animales netamente arborícolas como los monos, pesca en ríos y arroyos y, en ocasiones, come algún fruto.
El yaguareté frecuenta todos los ambientes que se le presenten, bosques cerrados, tacuarales, picadas, caminos e incluso utiliza las plantaciones industriales de pinos u otras especies exóticas para desplazarse. Gusta de la cercanía del agua, por lo que suele encontrárselo en costas fluviales, esteros y/o bañados, sin embargo, su inmensa adaptabilidad le permite vivir en lugares tan secos e inhóspitos como el chaco seco, donde el agua es el bien más escaso y en muchas zonas, prácticamente inexistente.
El Yaguareté es solitario. Sus territorios son amplios, pudiendo alcanzar hasta 30.000 hectáreas para machos adultos en zonas de condiciones de vida difíciles (alta intromisión humana, cacería, baja densidad de presas, etc), mientras que las hembras ocupan superficies menores (7-10 mil hectáreas) y se observa una gran diferencia entre diferentes tipos de ambientes.
Cada macho establece su territorio expulsando a los otros, pero lo comparte con varias hembras, con las que se aparea. Los individuos de ambos sexos se juntan por períodos más o menos prolongados únicamente durante la época se celo. Señala su territorio mediante rugidos y también lo hace con excrementos o arañando los troncos de los árboles.
Los yaguaretés jóvenes, juveniles recién emancipados del cuidado de su madre y los viejos, expulsados de sus territorios por jóvenes más fuertes, deben desplazarse hacia nuevas áreas donde poder establecerse. Probablemente esta sea la causa de que se hayan encontrado animales viejos en lugares alejados de su área normal, incluso, en zonas muy cercanas a humanos. Lamentablemente, la continua reducción del hábitat del yaguareté por el desmonte y transformación para agricultura y/o ganadería, representa un alto riesgo para estos ejemplares, que suelen terminar sus días al encontrase con el hombre.
El Yaguareté puede estar activo durante todo el día, aunque es frecuente que en las horas de mayor calor descanse. En zonas donde la presencia humana (y por ende la amenaza de ser cazado) es más intensa, su actividad nocturna tiende a incrementarse.
Aunque el yaguareté es un animal que por su misma fortaleza y poderío es potencialmente peligroso para el hombre, los escasos casos documentados de ataques al ser humano se tratan mayormente de animales acorralados, que buscan más defender su propia vida que buscar la muerte de su cazador o bien de hembras que defienden a sus cachorros.